Bitacora de Naufrago


Acá, desaparecen las hojas en el suelo, flirteando con el viento. Es sol frió, el que nos anticipa que los árboles pronunciaran colores sexuales en modulaciones de esperada primavera, junto a maullidos de levas intensas.
Es una pieza de música animal. Empieza a componerse de lagartos de colores, que verán la luz al despuntar el veranito, de mariposas y su ulular descontrolado por los jardines de terracota, de feas y libidinosas babosas con sus galácticos caminos de neón o celofán.
Salgo a la calle a rodar el mundo un poco, saludamos con el brazo en lo alto a los vecinos. Gasto el tiempo junto a calugas, chicles, maduro un banco de plaza. Algo se agita en la espesura de la célula. Sin darnos cuenta vamos tarareando el gemido, emanan sutiles origamis en el aire, dibujan el intenso olor tierra.
Cantemos caramelo, el hipnótico vaivén de nuestras lobas, marquemos con sudor la huella, amalgamando la juntura deliciosa por donde se desliza la noche, los días. Desde ahora no amanecerán sin melodías los melo días.
Aúlla me digo, desaloja la jaula, precipita precipicios, puesto que estas a punto de naufragar en ese convulso mar de indecisiones. Todo se torna un parto, pero ya estoy algo crecidito como para arreglar el lío por mi mismo, y de alguna forma, navego esta lluvia de hormonas ancestrales… Aspiro una bocanada y escribo este mail lento, lento... lento, en medio del flujo migratorio y trashumante de esta balsaloba a la deriva.

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